jueves, 5 de febrero de 2015

El Cuerpo: Un juego peligroso - Febrero de 2015

I N S T I T U T O   O S C A R   M A S O T T A 2
D e l e g a c i ó n   R í o   G a l l e g o s


EL CUERPO: UN JUEGO PELIGROSO
(Texto presentado en las XXIII Jornadas Anuales de la E.O.L. "Los bordes de lo femenino" - 2014, y publicado en el diario La Opinión Austral el día 05 de Febrero de 2015)

Autora: Lic. Alicia Marta Dellepiane
(Directora de Nepyac, Responsable del Gabinete psicológico y psicopedagógico de la Mutual Universitaria Ugarte, Miembro de la E.O.L. y el Centro Descartes; nepyac@gmail.com)

El cuerpo Uno, el cuerpo fragmentado. Un riesgo de la inserción en el lenguaje es quedar sujeto al imaginario de nuestro cuerpo desmembrado, vía la angustia de castración, sin su registro simbólico. Por otra parte, el Uno goza irremediable y repetitivamente sin sujeto que se implique en ese goce, que viene de una marca de lenguaje pero que se resiste al sentido. Un análisis puede aportar la invención de un escabel que permita al sujeto sostenerse en la vida y hacer otra cosa con esto que un goce mortificante. Lo que Lacan denominó el sinthome.
En psicoanálisis, llegar a admitir ese sinsentido, cernirlo y aislarlo, lleva al sujeto a un fin de análisis. Tener argumentos suficientemente convincentes para comunicar ese hallazgo a la comunidad analítica, puede motivar un pedido de pase.
Esa inserción del sujeto en el lenguaje es la que posibilita la bipartición sexual y el ordenamiento alrededor del falo. Para Freud la salida posible para la mujer es la maternidad. Pero Lacan conceptualiza también otro goce, más allá del falo: el goce suplementario que, por indecible, tiene relación con el infinito. Y coloca en ese lugar a lo femenino. Por esa razón, se cree a la mujer más proclive al desborde, la locura o el estrago.
La escritura puede tener un efecto sublimatorio y creativo para algunas, permitiéndoles interrogarse sobre su ser y su lugar en el mundo.
La poesía puede lograr decir aquello que otros lenguajes no alcanzan a decir, aunque se escriba con el cuerpo, como en el caso de Olga Orozco.
Poetiza desde temprana edad, escribe su primer poemario a los 16 años Desde lejos que publica diez años después en 1946; Las muertes en 1951; Los juegos peligrosos en 1962; Museo salvaje en 1974. En este último texto aparece su visión del cuerpo y su implicancia en la producción literaria de Olga que fue muy fecunda y continua hasta su muerte en 1999. En este poemario el cuerpo se presenta como familiar y extraño, unheimlich, como

lo conceptualiza Freud.
De las iniciales imágenes del cielo protagonizadas desde la tierra recupera el microcosmos del cuerpo para iniciar el gran ritual de la naturaleza, cuyo altar más inescrutable está en su propia piel, en la respiración y en los latidos misteriosos de su sangre. Así se reordenan las comunidades secretas que habitan el propio cuerpo.
En “Génesis” sus versos expresan el asombro del nacimiento: Yo estaba frente a ti; / yo, con los ojos abiertos debajo de tus ojos/ en el alba primera del olvido.

En “Lamento de Jonás”: Este cuerpo tan denso con que clausuro todas las salidas, / este saco de sombras cosido a mis dos alas/ no me impide pasar hasta el fondo de mí
En “Mis bestias” son sus glándulas y órganos internos los que ocupan su escritura, a los que llama su “naturaleza interior”.
El corazón es descripto en “Lugar de residencia”: Sí, sí. Sepultado de un tajo en lo más hondo de la selva nocturna, / debajo de unas aguas que se entreabren al soplo del amor/ y se cierran de golpe al roce de la piedra, / así estás, como un pájaro en exilio, en la jaula del pecho.
La cabeza en “El continente sumergido”: Cabeza impar, / sólo a medias visible desde donde se mire/ y a medias rescatada de un exilio sin fin en la cabeza de la bruma.
Las manos “Esfinges suelen ser”: Una mano, dos manos. Nada más. / Todavía me duelen las manos que me faltan
Su cabellera en “Parentesco animal con lo imaginario” brota acusadora y es la evidencia escalofriante de lo que oculto en mí.
De sus ojos dice: Cada ojo en el fondo  es una cripta donde se exhuma el sol…
Al sexo se refiere como “El jardín de las delicias”: El sexo, sí, / más bien una medida: / la mitad del deseo, que es apenas la mitad del amor.
A su piel le reprocha: No me sirve esta piel que apenas  me contiene, / esta cáscara errante que me controla y me recuenta, / esta túnica avara cortada en lo invisible a la medida de mi muerte visible.
Así continúa: “En el bosque sonoro” están los oídos; “El sello personal” los pies; “Animal que respira” la nariz; su tejidos en “Tierras de erosión”; sus huesos en “Mi fósil” duro armazón tallado por la muerte en el polvo de Adán. “Duro brillo, mi boca” Como una grieta falaz en la apariencia de la roca. Finalmente la sangre “Corre sobre los muelles”.
Se encuentran imágenes de órganos cercenados y la noción de estar viviendo encerrado en otro organismo. Los órganos del cuerpo no cumplen sus funciones principales y se convierten en evidencias del fracaso en su interactuar con el mundo de la percepción y la sensación.
Mientras se daba el proceso de escritura una tendencia destructiva parecía apoderarse de su cuerpo:
“A medida que yo iba escribiéndolo, observándome tan a fondo como podía, iba eliminando o alterando cosas en mí. Por ejemplo, escribí el poema a la sangre: me hice un análisis, tenía una dosis altísima de glucosa; escribí el poema al ojo, y para ello estuve montones de días mirándome el ojo en el espejo, y después tuve que aumentar los cristales de mis lentes; escribí el poema a mis huesos que se titula “Mi fósil”, y en seguida me caí y me rompí dos costillas. Estaba deseando terminar el libro, para no llegar a tener que escribirlo con mis borras, con mis arenillas últimas. Me iba deteriorando a medida que escribía cada poema. Como si fuera un libro descartable de mí misma, con cada paso que avanzaba, podía ir arrojando mis pedazos”.

¡Cuánto humor e ironía para reírse de las propias miserias! El sentido del humor la acompañó aún en sus momentos más depresivos. Creía en Dios pero desde una posición panteísta, lo concebía como la representación de una ausencia. También en los astros, el amor y el psicoanálisis: No te diré que tenga una confianza ciega en los símbolos casi generalizados que, más que los psicoanalistas, los ha hecho la gente muy adicta al psicoanálisis.
Admite haber realizado una terapia con un analista disidente, con el que le fue muy bien en una depresión circunstancial que tuvo “… pero, naturalmente, no me metió en el líquido amniótico…”.
¡Ni falta que hacía! Para alguien que supo nadar tan bien en el mar del leguaje. Un poco loca pero… ¡no-todo loca!

BIBLIOGRAFÍA
1. FREUD, Sigmund: “Lo ominoso” (1919), en Obras Completas, Tomo XVII, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1988.
2. LACAN, Jacques: “El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” en Escritos I, Buenos Aires, siglo XXI editores, 2° reimpresión de 1988.
3. LACAN, Jacques: Otros escritos, (1971) “Lituratierra” pp. 19 a 29; (1972) “El Atonlondradicho” pp. 473 a 522, Buenos Aires, Paidós, 2012.
4. LACAN, Jacques: El Seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1990, capítulo IV.

Auspicia: U.N.P.A – U.A.R.G – Colegio de Psicólogos de Santa Cruz – Biblioteca Austral de Psicoanálisis
Informes: (02966) 15459476 – 15466777 – 15690793
E-mail: bapriogallegos@gmail.com
 

0 comentarios:

Publicar un comentario