miércoles, 25 de septiembre de 2013

No hay Receta Mágica - Septiembre de 2013

I N S T I T U T O   O S C A R   M A S O T T A
D e l e g a c i ó n   R í o   G a l l e g o s


NO HAY RECETA MÁGICA
(Texto publicado en el diario La Opinión Austral, el día 25 de Septiembre de 2013)

Autor: Lic. Cintya González
(Miembro Docente del I.O.M.2 - Delegación Río Gallegos)


¿Cómo pensar un lugar posible para el psicoanalista en las instituciones, sensible a los rasgos de la época, rasgos que atraviesan las instituciones? ¿Cómo proponer un espacio de tratamiento en el ámbito de la salud mental que pueda contemplar el caso por caso, ya que no hay una receta para todos?
Lacan dice en los Escritos que el psicoanalista debía intentar vincular su práctica con el horizonte (subjetividad) de una época, y en ésta época se observa un llamado a la ética, la búsqueda de que alguien pueda estipular dónde está el límite. En general los debates en la actualidad están ligados a aquello que ha desencadenado el discurso de la ciencia en la realidad. Los avances científicos introducen algo en lo real que las demás prácticas no parecen poder regular. Sobre este punto Lacan señala que no hay verdad absoluta y es lo que se encuentra velado en el discurso de la ciencia.
Desde el psicoanálisis se trata de introducir lo imposible, el hecho de que no hay una verdad absoluta, sino como explica Lacan hay verdad del inconsciente. Por lo tanto operar desde la lógica del No Todo, orienta la práctica del psicoanalista en el sentido de que un tratamiento analítico -aunque sea en un contexto institucional- no puede ser igual para Todos; lo que implica que no hay una receta
estandarizada posible de aplicar a un sujeto sufriente que pueda aliviarlo: la apuesta del psicoanálisis se trata de otra cosa.
El hecho de que en una ciudad exista un hospital con diferentes propuestas para el tratamiento de las patologías de salud mental, no quiere decir que sólo por eso hay un tratamiento posible para cada sujeto. En principio, debe existir en la institución un espacio de escucha donde el sujeto pueda expresar un pedido, también es necesario un tiempo que es el del sujeto y puede no coincidir con el tiempo social que utiliza la institución. A partir de la oferta que se realice es que puede generarse una demanda de tratamiento. Tal oferta debe articular lo particular del sujeto con lo social. En este punto hay que pensar la oferta como el pivote que posibilita un nuevo pacto con lo social, el sujeto dará su consentimiento si hay algo de su particularidad que puede ser alojado.
Jorge Aleman, señala que en los hospitales se adopta la terminología del mercado: los hospitales ya no tienen pacientes sino “usuarios”, son clientes y se habla de rentabilidad. Lo que se puede leer con el psicoanálisis es que esto extingue el espacio de la demanda, y en vez de demanda la gente exige derechos, si no se le atiende como quiere se hace juicio, se lo demanda por mala praxis, etc.
Eric Laurent afirma que el psicoanalista debe reinsertarse en los dispositivos de salud mental y propone a un “analista ciudadano”, que participa, democrático, sensible a las formas de segregación, en los avatares de la institución cuando la dinámica del grupo desata pasiones imaginarias, rivalidades y enfrentamientos entre miembros de la institución que sólo aplastan el deseo de cada uno en participar democráticamente.
En la época actual, el desafío es sostener dispositivos terapéuticos estables en tiempo y espacio, a pesar de las vicisitudes de lo “institucional” ya que no hay “La” Institución standard sino “las” instituciones, cada una definida por una práctica común del lenguaje, cuyo sentido es el uso que se le va dando al mismo (Guillermo Belaga).
La apuesta del analista es no quedar atrapado en la burocracia segregativa, sino propiciar un espacio de tratamiento posible que pueda alojar al sujeto sufriente.
En el trabajo en las instituciones se observa la necesidad de que exista un Otro que otorgue garantías, un Otro consistente. En la época del Otro que no existe, dice Laurent, el hospital aparece como un sustento simbólico para el sujeto. Afirma que “la hipótesis freudiana del inconsciente implica que la particularidad no solo se alcanza respetando los derechos de la persona, lo que es un requisito necesario, sino dejando hablar al sujeto”.
Para que haya un sujeto, es condición una institución que lo tome en tanto Otro barrado. De lo contrario, las instituciones excluyen a los pacientes con su deseo a otro lado.
¿A qué nos referimos con  una institución como Otro barrado? A salir del lugar del Supuesto Saber, porque lo que se dirige es la cura, no la vida de los pacientes. Ya que los profesionales de una institución no tienen la receta mágica, o la píldora de la felicidad. Entonces, ¿cómo despertar la pregunta por el sufrimiento?. Con el Otro completo (el portador de la verdad) no hay lugar para el sujeto. El analista debe ubicarse por su carencia en ser, esa es la política del psicoanálisis. Esto es una renuncia a la que hay que estar dispuestos, a renunciar a su ser. Tampoco se trata de una posición neutral que el discurso de la ciencia deja velada su imposibilidad, porque dice Lacan no se puede operar desde la neutralidad -como si la objetividad dejase por fuera la subjetividad del científico mismo- sino que el analista, en su deseo de analizar, puede dirigir la cura para que cada sujeto pueda hacerse agente de un saber que traiga aparejado un alivio. 

Auspicia: U.N.P.A – U.A.R.G – Colegio de Psicólogos de Santa Cruz – Biblioteca Austral de Psicoanálisis
Informes: (02966) 15459476 – 15466777 – 15690793
E-mail: bapriogallegos@gmail.com

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