miércoles, 14 de marzo de 2012

La dificultad del lazo social en la Adolescencia - Marzo de 2012

I N S T I T U T O   O S C A R    M A S O T T A
D e l e g a c i ó n  R í o  G a l l e g o s


LA DIFICULTAD DEL LAZO SOCIAL EN LA ADOLESCENCIA
(Texto publicado en el diario La Opinión Austral, el día 14 de Marzo de 2012)

Autor: Lic. Beatriz Cáceres
(Miembro del I.O.M. - Delegación Río Gallegos)

A partir de la practica institucional con adolescentes en conflicto con la ley, dentro del Instituto de Rehabilitación del Menor, se precipitan las siguientes consideraciones.
Dar cuenta del encuentro con los adolescentes de hoy, es mostrar las dificultades y las preguntas que surgen a cada instante en la práctica clínica institucional. Es desde  el psicoanálisis que se trata de construir respuestas eficaces a las problemáticas por ellos planteadas, brindando un espacio individual de escucha donde puedan tratar allí su malestar.
Los adolescentes  que ingresan al dispositivo institucional son jóvenes en conflicto con la ley, que llegan al Instituto de Rehabilitación del Menor a partir de una orden judicial. Estos jóvenes ingresan cuando sus síntomas se hacen insoportables para su entorno familiar y las instituciones por las que transitan, en tanto no pueden seguir sosteniéndolos ni alojándolos. Son sujetos cuyo lazo al Otro Social es a través de la trasgresión, la violencia, la adicciones, y otras manifestaciones sintomáticas.
Estos adolescentes oscilan entre dos polos: el ser marginados o el hacerse excluir socialmente. Se produce una caída en ámbito escolar o caen al otro lado de la ley; la familia reniega de ellos o no hay familia que les pueda renegar; se les deposita –en el mejor de los
casos– el malestar de la familia, siendo el portavoz de la deterioro y declive de los vínculos parentales.
Sus síntomas y actuaciones son leídas como una provocación. La sociedad los vivivencia como una inquietud que, debido a la angustia que genera, debe ser expulsada, encerrada o reconvertida. Y dicha angustia generada no es por el mero horror mediático, sino porque el adolescente con sus manifestaciones cuestiona, en sus carencias, al Otro Social confrontándolo con sus propias limitaciones.
En el texto “Chicos en banda” –una investigación de las Lic. Silvia Duschatzky y Cristina Corea–, se preguntan cómo habitan los jóvenes las situaciones de exclusión y de expulsión social. Las autoras diferencias ambas categorías. La exclusión nos habla de un estado en la que se encuentra el sujeto: estar por fuera del orden social. En cambio, la expulsión refiere a la relación entre ese estado de exclusión y aquello que lo hizo posible. La expulsión social produce un desexistente, un desaparecido de los escenarios públicos y del intercambio. El expulsado es un sujeto que perdió visibilidad, el nombre y la palabra. Ya no tiene voz, sino que los Otros (institucionales, judiciales, administrativos, etc.) hablan por el.
Entonces, ¿qué hacen los sujetos adolescentes en estas condiciones? Como respuestas, aparecen estrategias de supervivencia que rozan con la ilegalidad, connotadas con la violencia, adicciones, fracaso escolar –para citar algunas–, que se insertan dentro de un contexto de escolaridad precarizada, ausencia de resortes de protección social y disolución de los vínculos familiares.
Estos indicadores retratan determinaciones, actos y hechos. Pero no hablan de los sujetos, de los modos de significación que les adjudican, de las respuestas singulares y de sus efectos en las relaciones sociales.
¿Que operaciones pone al sujeto en esa situación de expulsión? La violencia se presenta como un modo de relación, que aparece en condiciones de impotencia: “O ellos o yo..., no hay salida” plantea un joven.
Cuando la ley simbólica, en tanto límite y posibilidad de lazo social, no opera el semejante no se configura. El semejante no es una construcción espontánea que nace del vinculo entre dos sujetos, el semejante un otro, donde la relación con el mismo está mediado por un tercero: el Otro de la cultura. Si la ley no opera como principio de interpelación a un sujeto en su lazo al Otro Social, tampoco opera la percepción de su transgresión. De esa perspectiva, la violencia no es percibida como tal en tanto no hay registro de un limite violado. Se trata en cambio, en las manifestaciones de estos adolescentes, de una búsqueda brutal y desorientada del otro en condiciones donde el otro no es percibido como un limite. Son pues síntoma familiar y social, sujetos que a nivel subjetivo no pueden contener ni tramitar –de manera salubre– su intenso sufrimiento.
A nivel clínico, si uno puede no dejarse invadir por la angustia, por la actuaciones, la melancolía, y otros afectos que se nos deposita, surge la adolescencia como una etapa privilegiada para trabajar e intervenir por lo que tiene de reapertura de la problemática infantil; ya que muchos de ellos se encuentran atrapados en sus conflictos infantiles. Ante la conocida queja de que los jóvenes no colaboran hay que pensar que esta respuesta es ante todo aquello que le sea impuesto, ya queda quedan allí ubicados como un simple agente pasivo. Si se dispone de un espacio, donde la escucha y el tiempo no respondan a un mero protocolo, de un lugar donde pueda surgir su propia demanda y ser reconocido su sufrimiento, puede producirse la apertura hacia un tratamiento posible donde ellos se ubiquen como la parte responsable y activa de su devenir.
¿Como construir un lugar con los adolescentes? “No esperando resolver todo, ni siquiera resolver algo, tal vez sólo crear un vinculo, otro lazo posible, acercarnos, escuchar, habilitar un espacio, para que el adolescente hable y sea protagonista en su historia”.


Auspicia: U.N.P.A – U.A.R.G – Colegio de Psicólogos de Santa Cruz – Biblioteca Austral de Psicoanálisis.
Informes: (02966) 15459476 – 15466777 – 15690793
E-mail: bapriogallegos@gmail.com

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